domingo, 16 de enero de 2011

Invulnerable

Sólo soy una de esas estúpidas niñatas que al no permitirse llorar por miedo al rechazo encierran todo lo que pueden dentro de sí. Después llaman vacío a toda es mezcla de sentimientos confusos que no se atreven ni a susurrar y se creen sofisticadas. Creen que al no demostrarlo nada les importa realmente, que nada les afecta y son invulnerables, pero con el más mínimo soplo sienten sus mundos derrumbarse. Universos de tristeza aplastan la mente hasta convertirlo todo en un despojo de vísceras sangrientas, hasta que sólo queda el odio frío más allá de la razón, que les impide ver la verdadera razón de su desgracia. Algo que puede ser tan simple como una mirada, una palabra mal dicha. Algo que se niegan a entender quitándole importancia y convirtiéndolo todo en un exagerado dolor que no es más que la acumulación de esa rabia que no conduce a otro lugar que el infierno de tus inquietudes.
Pero una vez visto y entendido todo eso... la recuperación debería ser factible. Debería. La visión de todo eso no lleva más que a un círculo de autodesprecio total, un odio redirigido hacia mi persona con tal fuerza que si la mente pudiera doblar cucharas, mi cabeza habría estallado en millones de pedacitos que luego habría juntado de nuevo, sólo para repetir la jugada, para sentirme borrada de la faz de un mundo asqueroso, y que, aún así, no merezco.



És massa ilús creure que no hi ha res que no es pugui parar...

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