martes, 4 de diciembre de 2012

Monstruos


Qué triste es no escribir pensando en quién me leerá.




Había una vez un niño de ojos chocolate y mirada acusadora. Tendría unos 4 años y esa sonrisa que deja ver que aún no se sabe nada del mundo, pero era un demonio. El niño se pasaba los días caminando por un sendero de montaña, día tras día el mismo sendero, mismos pasos, misma ruta, mismas muertes. No tenía casa, pues dormía al lado de una perra salvaje que lo había tomado por cachorro y comía pequeños conejos cazados.
El niño iba todos los días por ese camino con un cuaderno bajo el brazo y una sonrisa de bienvenida a su mundo para todo el que pasase; esa montaña verde marino, azul petróleo, calma asfixiante. Sabía que debían haber praderías más allá de esos horizontes, pueblos y ciudades quizá con gente tan diferente a él como es tu mayor sueño del mío; así pues el niño no quería saber nada, sólo deseaba vivir atrapado en esa monotonía.
Llevaba una libreta de tapa rojo cielo siempre bajo el brazo, y cada vez que veía a algún hombre o mujer, gusano o puta, ángel o diosa, pasando por el sendero revisaba frenéticamente su lista de nombres esperando que coincidiese. Y siempre coincidían.
Una vez que el niño encontraba tu nombre en al lista estabas condenado.
Un día que el viento quería arrancar los árboles de cuajo había llegado a parar ahí un hombre joven, de piel oscura y cara amable. El niño se le había acercado sólo un rato, el suficiente para intercambiar un saludo y un par de acusaciones. Dos noches después encontraron al hombre colgando de una biga con una soga en el cuello y los ojos de vidrio.
Una vez una mujer, ya entrada en años, estaba caminando por el sendero de tus sueños. El niño se le acercó con la misma sonrisa que recordaba a un bollo de chocolate o a tus brazos una tarde de lluvia  y la libreta bajo el brazo. Los nombres siempre coincidían; una semana más tarde la mujer estaba tendida inerte en un charco rojo sangre.
Ese destino lo sufrieron miles de personas; el hombre de la cabeza de gato, la chica de los kiwis, la zorra de tu mujer, el viejo invisible.
Rechazo, rechazo, bienvenida a casa. 
Un día particularmente azul esmeralda una chica de unos 20 y tantos cogió ese sendero. La chica era completamente rosa; todo su cuerpo, pelo y pupilas eran rosa pastel. El niño se le acercó por enésima vez y la chica le sonrió. Su nombre coincidía con su lista de almas culpables. Hizo lo que hacía siempre. ¿Qué cambiarías? Pasó a ver la lista de pecados  de la chica, los peores que había visto en sus miles de años transitando el mismo camino en tu imaginación. Y justo en el momento en el que la mirada de la chica rosa debía volverse blanca y vacía, para encontrarla horas después inmóbil y rígida, ella sonrió. El niño la miró sin comprender. ¿Qué cambiarías tú? La  chica lo cogió de la mano, la mirada clara como la luna, y llevó al niño demonio de chocolate hasta su palacio rosa chicle, donde el niño creció y olvidó toda su infancia milenaria.
Años después, cuando el niño ya era un hombre y la chica seguía siendo una chica, ella lo llevó de vuelta a su sendero y le devolvió su cuaderno. El hombre, por unos instantes, no recordaba nada. Al abrir su cuaderno, sin embargo, ahí estaba su nombre, en trazo grácil y muerte.
Entonces él lo recordó todo, se levantó y se fue, dejando atrás todas las preguntas.
Dos días después lo encontraron con la mirada de vidrio y agua en los pulmones.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Elige un color.


Elige un color.
-Azul.
-A-Z-U-L. Escoge un número.
-Ocho.
-1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8.
Elige otro número.
-Quince.
-1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15.
Elige otro número.
-Seis.
-Muy bien.

"Los sueños son tu destino".



A veces confundo conceptos. 

jueves, 4 de octubre de 2012

Jueves


No estoy aquí. No estoy en ningún lado.
Recuerdo las tardes oscuras en las que aún dudaba de la existencia de ciertos fantasmas que alguien se empeña en confundir con gente real con piel y pesadillas. No entendéis la metáfora, no sabéis nada.
La vida está en el movimiento constante, en no pensar y ser tú mismo y no recordar nunca ni poder soñar, y no voy a parar.

Hace tiempo que me planteo borrar el blog, espero que nadie lo lea ya.






A lo mejor todo va bien..

jueves, 2 de agosto de 2012

La ciudad de los deseos




Había una vez una chica con la mirada perdida y la sonrisa eterna. No era una chica demasiado guapa; tenía una melena de pelo azabache encrespado y unos ojos verde fosforescente que quemaban; los labios resecos y el cuerpo de una muñeca plana y diminuta. Pero la chica tenía la curiosa habilidad del convencimiento; todo aquello que pedía a alguien, a quien fuera, se haría realidad. Todo el mundo tenía la imperativa necesidad de satisfacer sus deseos, sin importar lo estúpidos y raros que fueran. Sin importar sus caprichos.
Así, un día la chica iba por la calle y se encontró con un repartidor de pizzas, un hombre joven y feucho, y le pidió un zumo de naranja. El hombre tiró la pizza que estaba llevando y se fue corriendo a un bar cercano a cogerle a la chica su zumo. Fue así como lo despidieron.
Otro día la chica le pidió unos zapatos de ballet a un camionero que estampó su vehículo contra una tienda con tal de conseguírselos.
La chica siempre lo conseguía todo; una vez incluso una madre abandonó a su recién nacido en la calle con tal de conseguirle una tortuga del zoo.
El universo mismo habría cambiado de sentido al girar si ella lo pidiese.
Pero un día la chica se enamoró del único hombre en el mundo que no le daría lo que quería. La chica le pidió una cita y el hombre le contestó que estaba demasiado ocupado, ella suplicó por un ramo de rosas y lo único que le llegó fue una margarita arrugada por el viento. El hombre era inmune a su poder.
Entonces la chica ordenó que el hombre jamás pudiera separarse de ella, así que él, en un pequeño destello, se estiró y empequeñeció, convirtiéndose en un instante en uno de sus largos cabellos negros y posándose en su cabeza.
Al ver lo que había hecho intentó volver atrás, rogar por su existencia otra vez, y pidió con tanta y tanta fuerza que nada de aquello hubiera pasado jamás que el hombre salió de su melena y volvió a ser hombre y que el repartidor de pizzas conservó su empleo y el universo continuó girando como siempre y ella jamás nació.



No es que no me deje conocer, es que no hay mucho que conocer. Muere. 

lunes, 23 de julio de 2012

Cierra los ojos


No es que no escriba por pereza, ni por no querer pensar, ni por falta de sentimiento. No escribo porque no quiero estancarme.



Había una vez un hombre con una bolsa en la cabeza. El hombre era una persona normal en todo salvo en ese detalle; al despertarse cogía la bolsa y se la colocaba en la cabeza, sin mirar a nada, para volver a quitársela por la noche a oscuras y poder dormirse. No es que él fuera jodidamente feo y tuviera que esconderse del mundo, justo lo contrario. El hombre era un visionario; se había dado cuenta que como menos viese del mundo más feliz sería, así que nunca hacía nada sin su bolsa.
Curiosamente, el hombre había tenido una hija años atrás, aún habiendo llevado la bolsa en la cabeza des de niño. Sin embargo, no sabía nada de ella ni de la madre. No sabía nada de nadie. Todos los días eran lo mismo para él; se despertaba, se ponía la bolsa en la cabeza y se iba a trabajar. Lo que él hacía era pegar las pequeñas bolitas al borde de las alas de los sombreros mejicanos, por lo que no necesitaba la vista para ello. Después de sus 14 horas de trabajo diario volvía a casa, donde se sentaba a pensar en cómo había pegado las bolitas ese día y a oír los ruiditos que hacía el único ser que lo llenaba espiritualmente; un hámster viejo llamado Limonada.
El hombre era feliz; no podía ver la tele por lo que no sabía nada de economía y la crisis que acechaba el país, pues tampoco gastaba dinero en nada más que no fuera comida para Limonada. Tampoco había visto nada de los frecuentes ataques de sociópatas catalogados siempre de terroristas, los engaños políticos, las revoluciones, el hambre en África, la música de preadolescentes y las violaciones en masa. Tampoco sabía nada de su hija, que había muerto años atrás en un accidente con una tarta de cumpleaños. No sabía nada de lo malvado de este mundo, por lo que el hombre estaba siempre feliz.
Pero un día Limonada dejó de hacer ruiditos. Ya no se oía el raspar de sus patitas contra el papel de la jaula ni cómo mascaba comida.
El hombre de la bolsa, que ese día había pegado más bolitas de lo habitual y se sentía feliz, quedó congelado al notarlo. El silencio dolía en los oídos, por lo que empezó a llamar al hámster, rogando de que sólo estuviese dormido. Intentó encontrar la puertecilla para abrir la jaula, pero no veía nada. Llamó a Limonada hasta que se dio cuenta de que el pobre hámster posiblemente ni siquiera sabía su nombre, además de estar muerto. No pudo más, se quitó la bolsa de la cabeza de golpe y entrecerró los ojos hasta acostumbrarse otra vez a usarlos. Cuando pudo abrirlos, clavó su mirada en la jaula, vacía. No había rastro de Limonada por ningún lado.
Pero no sólo notó eso el hombre. Tantos años con la bolsa en la cabeza lo habían mantenido siempre a salvo del universo, pero ahora se la había quitado. Ahora todo caía sobre él de forma avasallante. Fue consciente de todas y cada una de las desgracias de la humanidad y, sin Limonada, ya no tenía razón para seguir trabajando en la tienda de sombreros mejicanos para poder pagarle la comida. Así que lo que hizo fue coger un cuchillo de cocina, ir hasta ahí un martes tarde y dejar en estado grave al dueño y tres clientes. Es lo que tiene estar en mala forma y llevar sólo un cuchillo.

viernes, 1 de junio de 2012

Más lejos


Siempre he creido ser un ser demasiado emocional.  Y egocéntrico.
Al menos lo admito.





Somos algo más que sacos de huesos y piel. Somos algo más que caras falsas y amables, gente nueva y radiante. Somos algo más que sombras, fantasmas y recuerdos. Somos algo más que el amor y el odio, los celos y la soledad. Somos vida y somos muerte, alma perdidas, vacíos extenciales.

*   *   *   *   *

Me das la mano, sombra anónima. El contacto es cálido. Sé que deseas mi alma. Sé que crees ver en mi un mundo perdido. Sé cómo me crees y siento lástima por ti. Pero eso no importa.
El paisaje es silvestre; lejos de esa ciudad que carcome des del alma a los zapatos.
 Cierro los ojos y por un momento imagino tiempos mejores, pero luego me obligo a volver. Realidad. Hay que vivir por la piel, cualquier otra forma se considera enfermedad. Espera. ¿Vas a decirme que me quieres? ¿Vas a adorarme? Siempre he sido una diosa en la mente. Siempre he sentido una especie de conexión estúpida con los demás, algo pequeño y patético que me hacía ver dolor y tristeza. Siento asco por aquellos que pretenden entenderme, ¿cómo osan quitarme la ilusión de ser especial?  Cierro los ojos y me dejo llevar.
Llévame a algún sitio donde no recuerde mi nombre. Llévame a algún sitio donde el odio no signifique nada, y luego llévame más lejos. Vamos a volar.

viernes, 25 de mayo de 2012

Mírame



Aviones de papel y metáforas se plantan en mi mente. Las viejas ideas del pasado siguen tan arreladas como siempre; quizá sea cierto eso de que borrarlo todo es imposible.
Pequeños aviones de papel manchado de tinta rojo corazón, en trazos firmes y duros que demuestran que tu ausencia es mi única verdad. Pero eso no importa. No importa. En absoluto. Jamás lo ha hecho.
Largas cadenas de aviones de papel en fila. Empiezo a seguirlos en la oscuridad de mi subconsciente. Por un momento la curiosidad me pica por dentro, me pregunto si lo que hay escrito ahí es mi mayor monstruo. Me pregunto si el camino me conducirá hasta el pequeño infierno dentro de mí. Todos tenemos un lugar así en nuestro interior. Un pequeño impulso a deshacer las figuras para saber qué es lo que marca esa tinta, rojo sangre. 
Sin embargo sigo mi camino, corriendo cada vez más. El centro y principio de todo es la única razón que puedo entender, y está al final de la sinuosa fila de aviones. Naves. Vuelos. Volar. Volar como el humo de tu cigarrillo hacia mi cielo personal, volar como tú lo hacías cuando me bañabas en promesas de sangre. 
A veces me pregunto si no va a ser que, cada instante que pasa es un mundo en si. Bien podrían haber infinitos mundos y que nosotros estuviésemos viajando a través de ellos a velocidad supersónica. La misma velocidad con la que desaparece un instante, una emoción, una idea, para darle lugar al vacío.
Acelero el paso, cada vez más. La pequeña luz que me enseña dónde está el próximo avión con presición milimétrica va haciéndose más ténue. Pierdo fuerzas, pierdo ímpetu. ¿Por qué cada vez que siento tener algo bueno en la vida pierdo interés? ¿Por qué mi mundo gira en torno a pequeñas preguntas sin importancia? La pequeña luz se ha casi apagado y busco el rastro de aviones a tientas. Rozo un trozito de ala y me quema en la piel; el dolor me obliga a dejarlo ir al instante. Aún así em obligo a seguir, pisando los aviones, uno a uno. ¿Estaré llegando hacia mi cielo personal?
Es divertido ver como una vez se consigue algo, se deja de desear. Qué crueldad es ésa la de darnos la idea de felicidad como algo imposible. Qué triste es eso de saber de tu muerte antes de vivirla.
Los aviones me queman en la planta de los pies, con una especie de dolor punzante. Intento acelerar el paso tanto como puedo. Vuelvo a pensar en as palabras que habrá trazadas en ésas figuras, pero eso no importa; no cuando estoy a punto de llegar al centro de mí. La oscuridad es completa y cálida, ¿no será ésa la sensación del vientre de nuestras madres? Como si todo lo demás estuviera exactamente igual aparte del miedo. Su ausencia total y absoluta.
A lo lejos hay una luz, débil. Corro todo lo que puedo, viendo que el rastro de aviones de papel llega justo hacia ella. Me acerco lo suficiente para distinguir que la luz es en si una puerta, pequeña y llana, que parece emanar esa luminosidad, de la nada. El vacío. Poso la mano en el pomo. Voy a morir algún día; tú también lo harás. Creo que eso último es lo que más me asusta. La tragedia de la vida es vivirla sin sentido. 
Pongo la mente en blanco. Abro la puerta. Parece una estancia, en medio de ese laberinto de ojas y oscuridad. En el fondo hay una luz. No eres tú, ni es un fantasma, ni una metáfora. En lo más oscuro de mí hay una pequeña carta deformada, que antaño fue uno de esos miles de aviones que pisé. LLego hasta la carta y fijo la mirada en esos trazos rojo cielo. Por un momento pienso que me he olvidado de leer.
"Mírame. Mírame. Éste es el monstruo de tu interior. Mira qué grande se hace."


*   *   *   *   *

Recuerdo alejarme corriendo. Recuerdo el vacío que a veces siento, la falta de emoción, como un simple bloqueo. Recuerdo soñar con que vuelvo a sentirme viva y llena y feliz. 


Mírame.

viernes, 18 de mayo de 2012

Días de risa



Vamos a olvidarnos de las pequeñas obsesiones y muecas y días de risa. Vamos a olvidarnos de cómo imaginar lo que nunca sucedió una y otra vez. Y luego otra. Vamos a imaginar el mundo sin nosotros mismos y sonreír, peores tragedias habrá.



lunes, 7 de mayo de 2012

A ti, seas quien seas,


(y tú ya sabes quien eres):

Sólo te pido que me recuerdes, que no me dejes ir siendo otro fantasma perdido en un mar de circunstancias. Y te prometo que me convertiré en la persona que tú me creías ser.



Y manzanas y burros y verde y chocolate y Barcelona y comida china y vestidos y viento y playa y tardes de lluvia y agua demasiado salada, y semáforos y disculpas y llamadas y distancia y quilómetros que parten el alma y trenes y gente con la mirada extraña y dragones y anillos y caídas del sofá y noches de hablar y pelis y bizcocho quemado y toallas y mensajes y bromas y pensar en mundos mejores y libros y algún que otro beso y te quieros y promesas, e inseguridad






y fin.



viernes, 4 de mayo de 2012

Aislamiento





Quiero ver la belleza del mundo. Quiero ser especial a todo coste, ése es mi mayor crimen. Perderme y perderte. Encontrarme perdida. Matarte si no puedo tenerte. Morirme antes que despertarme con cuarenta tacos, una vida y reflejo comunes.
Hace tanto tiempo que no conecto realmente con nada que parezco olvidarlo, me alejo cada día un poco, cada instante trae más aislamiento.
Quizá quiera ver cosas en el mundo que no existen. Quizá quiera creer en alguien con tanta fuerza que la decepción no sea más que el fin inevitable a cada paso.
Me pregunto si mi realidad tiene algún sentido aparte de la huida.

No me habléis de dolor hasta que no entienda el masoquismo como simple entrenamiento del alma.

Diez años de este ahora sin edad...






Algún día empezaré de zero. Algún día me olvidaré de todo, incluso de quien soy y de lo que me ha hecho ser así. Me olvidaré de ti, de todas tus sombras, juegos y señales, del dolor, del sabor de la vida y ese olor a invierno que se siente en octubre. Me perderé todos los partidos y se me borrarán todas las canciones y las marcas y los sueños que nos hacían diferentes no serán más que pequeños impulsos ahora estúpidos, en otro tiempo trascendentes. Conseguiré ser otra persona, con otra cara y otro nombre, pensaré otras cosas y no habrá más miradas de compenetración con el pasado ni más recuerdos de lo que nunca sucedió.
Algún día veremos que nada tiene sentido.

martes, 24 de abril de 2012

Mujeres


El pensamiento del sexo como algo prohibido me excitaba más allá de toda razón. Era como un animal aplastando a otro hasta la sumisión. Cuando me corría sentía como si fuera en la cara de todo lo decente, blanca esperma resbalando por las cabezas y almas de mis padres muertos. Si hubiera sido mujer seguro que hubiera sido una prostituta. Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía, quería conservarlo para mí. Básicamente deseaba prostitutas, porque eran duras, sin esperanzas, y no pedían nada personal. Nada se perdía cuando ellas se iban. Pero al mismo tiempo soñaba con una mujer buena y cariñosa, a pesar de lo que me pudiera costar. De cualquier manera estaba perdido. Un hombre fuerte pasaría de ambos tipos. Yo no era fuerte. Así que continuaba bregando con las mujeres, con la idea de las mujeres. 

Charles Bukowski, Mujeres. 

viernes, 6 de abril de 2012

No te espero


A veces siento que todo lo vivido está muy lejos, como si fueran los recuerdos de otro que acaban por equivocación divina en mí.



No espero nada de ti. No espero una mirada, ni tu corazón, ni siquiera un "espero que todo vaya bien". No espero tu vida colgando de mis manos ni que te esfuerces en hacerme creer que el mundo no es algo tan jodido como creo y sé que es. Nunca espero que me esperes, nunca dependo de ti. Sólo me pregunto cómo pudiste atreverte a volverlo todo cenizas, cómo fuiste capaz de clavar tu pupila al vacío, incluso cuando no había más que meteduras de pata.

martes, 27 de marzo de 2012

Funeral


Hace un día bonito. Es como si la luz hubiera vuelto después de mucho tiempo, hace calor y todo parece estar más vivo, más vibrante que antes. ¿Antes de qué?



Cierro los ojos y vuelvo a verte. Siempre me pasa, aunque no sepa quien eres. Me pregunto si algún día, al atreverme a ponerte nombre y cara, seguirás siendo tú, sombra anónima, o si desaparecerás como humo.
Estás en un cementerio, cerca de una de las decenas de tumbas, todas blancas. La brisa suave retuerce la hierba, bien cortada. Todo es tan perfecto que no me parece más que plástico. Es como si alguien te hubiera cogido y pintado una mueca inexpresiva, de cabeza de muñeca arrancada, y te hubiera puesto en un paisaje de paz y sueños perdidos. Tan macabro.
Cruzas tu mirada por el lugar hasta toparla con la mía para diseccionarme. Desprecio a los que intentan meterse en mi cabeza sin ser invitados. Te quedas observándome des de lejos como si fuera un bicho raro que hubiera que sacar de un sitio santo como ése. Aún así, el contacto sólo dura un instante, al segundo te giras y vuelves a mirar la tumba que tienes cerca. De pronto, hay algo magnético en esa lápida, como si todas las respuestas estuvieran ahí. Me acerco sin notarlo siquiera; me pregunto si, si me lo propongo, seré capaz de controlar mi cuerpo. Aún la ligereza de mis pasos hay algo fatídico, y es que el espacio y tumbas que hay entre tú y yo parece multiplicarse. Empiezo a correr y esta vez todo el peso del mundo me cae encima para desear que cada paso sea el último. Corro hasta que mis piernas arden y mis venas bombean ácido de batería y luego sigo corriendo, pero me pierdo en la oscuridad mientras la tumba y ese paisaje tan falso se pierden en la lejanía.
En el instante en el que decido rendirme todo el cansancio desaparece y me planto ahí, yo sola, en medio de ese vacío, observando cómo el cementerio y esa luz tan perfecta están cada vez a más y más distancia para oír una voz, aguda y pequeña, que no hace más que repetir la misma estupidez.

A veces te adoro tanto que me olvido de que no existes.

"No te reconoce."

miércoles, 14 de marzo de 2012

Sombras


El tiempo no existe, se funde con el espacio en el azul cobalto del cielo. De ese cielo que tampoco existe, porque no hay nada que exista sin que se crea en ello, y ya nadie cree en el cielo, como tampoco creen en la humanidad, la mente y el alma.
Aun así hubo un tiempo en el que sí creíamos en que se podían mover montañas con un pestañeo, en la magia o en la salvación de lo insalvable; el amor. Hubo un tiempo y hubo gente que lo sostuvo, porque sin nadie que cuente los segundos que pasan nada tendría sentido.
Somos todo y somos nada. Fuego y agua. Cielo y tierra. Mente o alma.



Sombra A
El cielo es rojo carmín y se refleja en su mirada. Cadáveres de sueños pasados se deshacen como telarañas por doquier, pues a diferencia de la aburrida Tierra, ese lugar sí tiene un material del que se tejen los sueños; es algo frágil y corrompible. Su figura, esbelta, no puede ser otra que la de una sombra; fantasma del remordimiento. Ni siquiera existe, pero eso no es problema para anhelar. No sabe cuánto hace que está ahí; siente el paso de las horas como fuego en el alma, cada vez más fuerte, cada vez más eterno. Hay algo que falla, algo que siempre ha fallado en ese sitio, que no es más que consciencia, que no es más que emoción.
La música empieza a sonar, y ella baila con el aire y hace que se retuerza, vibrando sin esfuerzo.

Sombra B
El cielo es azul cobalto y se refleja en su mirada. El océano a su alrededor es infinito, pero no es agua lo que lo forma, sino palabras. Y es que ahí las palabras tienen material propio, algo fuerte y persistente, inmortal. Su figura, esbelta, no puede ser otra que la de una sombra; fantasma de lo que nunca sucedió. Ni siquiera existe, pero eso no es motivo para no llorar. Y sus lágrimas se funden con el océano de sus pies en algo extraño; la soledad de ese sitio se puede leer en cada molécula de su cuerpo. Hay algo que falla, algo que siempre ha fallado en ese sitio, que no es más que consciencia, que no es más que pensamiento.
La música empieza a sonar viniendo de ninguna parte.

Y esa música, sin sílabas ni melodía, no es más que un simple mensaje. Y ambos son uno sin saberlo. Ambos se funden, se aman, se necesitan más allá de la muerte o cualquier parámetro descriptible. Sin saberlo. Porque la perfecta complementación no viene del negro y el blanco, del odio y el amor. Todo radica en la mente y el alma; tú jodes mis fantasmas, yo exorcizo tus demonios.

sábado, 3 de marzo de 2012

Carta a cualquiera de mis fantasmas




A ti, seas quien seas (y tú ya sabes quien eres):

Siempre he pensado que es divertido ver como, en mi mente, nadie es más que una sombra, un símbolo de mi nada. Deshumanizo a las personas para extraer sensaciones propias; quizá sea ésta una de las peores formas de matar porque, al final, nunca recuerdo a nadie: sólo me queda su reflejo en mí misma, lo que significó.

Quizá nunca vuelva a sentir tu fuerza interior, ésa que compartías sin pedírtela siquiera. Quizá a base de sarcasmo mental sea algo más fría a cada día, y quizá nunca dejaste de ser sólo un fantasma, como todos los demás. Te pienso y te anhelo, para buscarte luego en mis pesadillas y pedirte perdón, para sentir sólo un ratito más esa fuerza tuya, cálida, sin límites. Tan tierna.
A veces me descubro pensando en si algún día te quise a ti, seas quien seas, aunque sólo fuese un poquito. Si ese amor llegó a ser, al menos una vez, algo altruista.
Y es todo mentira. No se puede amar sin egoísmo, ni se puede dejar de querer lo necesitado.

Quizá te eche de menos y jamás me lo oigas.

Hasta la próxima, Infinito.

viernes, 2 de marzo de 2012

Vienen los alienígenas

Recuerdo los veranos que me pasaba encerrada en el desván de la granja, raspando el jabón contra el suelo de madera oscura, haciendo marcas que se me antojaban alienígenas.



A veces me pregunto si hace falta algo más que empeño para salvar la Tierra.

sábado, 18 de febrero de 2012

Recuérdame



Estoy en una playa, violeta brillante, oscuro. En el fondo es uno de esos colores en los que te ahogarías con la mirada si nuestros cuerpos no estuviesen tan limitados.
Aquí estoy, Infinito. Hay una voz en off que sale de un altavoz colgado en una palmera; no me preguntes por qué. No me preguntes por qué en esa voz reconozco la mía si nunca me he escuchado realmente. No me preguntes por qué sigo sintiéndome sola cuando huelo a café y tu voz me dice qué habrías querido o no para mí. No me preguntes por qué significaste tanto si nisiquiera fuiste real, sólo eres mi yo más secreto. Aún espero encontrarte empequeñecido para meterte en un bolsillo y llevarte conmigo siempre, que pienses en mí la mitad que yo, que me recuerdes.

Aquí estoy, esperándote, como siempre, Infinito.


No es el tipo de canción que me guste colgar, pero la serie es genial y se me ha pegado xD

domingo, 12 de febrero de 2012

Verde




Siempre es al misma figura, menuda y bajita, corriendo de portal en portal, intentando huir de la nieve multicolor que parece descomponer el mundo. Nunca te fíes de las cosas que entran por los ojos.
Lleva una capa esmeralda, a juego con su pelo, más brillante, que forma una maraña de formas extrañas en su lucha contra ese viento cromático.
La ciudad a sus pies es algo oscuro, una selva de antenas y bloques despiadados que se comen desde la mente hasta el alma. Cada calle está llena de otras sombras grisáceas, gente sin nombre ni cara que nunca conoceré. Posibilidades perdidas quizá.
La música parece guiar el viento y la nieve sobre ese fondo insulso, y la única que parece tener vida, vida de verdad, es la niña de la capa verde. ¿Cómo de real es tu mundo? ¿O acaso tengo razón y todos tenemos nuestro propio universo de mentiras flojas y verdades incómodas?
Sólo soy una sombra más, aburrida y sin alma. Al instante de vislumbrar la niña intento seguirla, pero soy incapaz de correr; todos vamos al mismo paso monótono, pero con cada esquina nueva siempre hay un destello suyo, fugaz y certero. Camino horas; es una suerte que en los sueños no haya suelo ni zapatos. No espero que entiendas mis sueños.
La pequeña me conduce hasta lo que parece una pequeña plaza que tiene un sauce que infecta de luz blanca todo el sitio, ahogando la nieve de colores.  Hay un pequeño banco al lado del árbol, donde ella va corriendo a sentarse y mover los pies con impaciencia mientras parece esperarme. Voy hacia ella. Me pregunto si mi mundo es algo más que una sarta de mentiras flojas y verdades incómodas.
Estoy a un metro de ella cuando me doy cuenta que tiene la mirada más negra que jamás he visto; sin iris, sólo pupila. Ella me sonrie, como dándose cuenta de mi sorpresa e intentando relajarme.
-Tranquila, puedes cambiar el mundo. - su voz es pausada, firme. De vieja, justo como su mirada inmortal.
Espero creerla mientras todo se desvanece poco a poco, para dejar paso a la oscuridad: vida en estado puro.

-Son malos tiempos para los soñadores.

jueves, 2 de febrero de 2012

Infinito


Abres los ojos y todo es extraño. Tu mundo forma espirales de luz y negrura, pequeños mundos distantes que se concentran alrededor de un centro de oscuridad perpetua, vida.



Hay algo especial en esa soledad que sangra inspiración, las madrugadas perdidas pensando en si hay algo por lo que valga la pena luchar.

Estás junto a mí, sombra del remordimiento. Tu figura alta es transparente, como si tus células tuviesen que ser diferentes a las demás, y es que el pequeño centro oscuro del mundo absorbe tu luz; mi pequeña muerte en vida. Me miras y te pintas esa clase de sonrisa que dice que todo está perdido de antemano en el rostro.
Sé que no he hecho nada malo, sólo quiero que me perdones. Sé que jamás te tendré y sólo quiero que te vayas.
Todo vibra más que nunca. De pronto tengo la horrible sensación de que tengo que hacer que todo deje de girar e impedir que tu luz se joda, como todo lo demás.
Te cojo de la mano y te me escapas, como arena entre los dedos. Algo va a pasar, lo siento en tu mirada.
Esa clase de impotencia me acojona hasta el alma; me rindo y espero inevitables, ésa es al dinámica de la vida. Espero ver cómo tú, pequeña luz, te descongelas y escurres como hielo en la tierra, espero ver cómo te pierdo y ni siquiera lo siento.

Que te vaya bien, Infinito.

domingo, 15 de enero de 2012

Lluvia





Pedacitos de cielo cae en forma de lluvia dorada, cálida. Te acercas con una sonrisa pálida y miradas de comprensión, de ésas en las que se confía ciegamente porque no hay nada mejor que hacer.
Mis miles de ínfimos miedos se esfuman, evaporándose con esa lluvia divina. El ateo es el primero en creer, de echo; la falta de fe es algo para lo que no estamos preparados, así como la soledad.
Tu presencia, sombra del aburrimiento, trae paz. Te diría que te quiero si no fueras más que otra escapatoria, personificación de mí misma. Te pediría miles de promesas si supiera que valen algo.
La lluvia cesa, poco a poco, y todo ese aire a hogar se desvanece para dejar sitio a los fantasmas de siempre. Y tus contornos se difuminan, dejándome a mí con la duda de si has existido alguna vez, de si estuviste siquiera.
Me pregunto si no será la felicidad la más dura de las sensaciones.

Siento que todo se me escapa, que va mal. Mataría a cualquiera para ahogar el silencio.

jueves, 5 de enero de 2012

Empezar




Las gotas són de un púrpura translúcido e infeccioso que empapa el cristal, dejando ver sólo a medias.
Miras la calle, empapada en extrañas sombras, pasajeros sin alma. Aunque en los tiempos que corren nadie la tenga. No ahora, no en este sitio, no en mi mente. Son sólo reflejos de lo que pudo haber sido y no fue, caras perdidas; la niña canija de la guardería, el médico de las inyecciones de cianuro, tú. Pasan inexpresivos, son sólo cáscaras vacías; metáfora de ti.
Me giro y echo una mirada a la estancia, austera. Todo tiene un aire cálido a hogar. Todo está como lo dejásteis. Sigues plantado en el mismo sitio de siempre, completamente inmóvil. Muerto, quizá; a veces creo que sería lo mejor. No estaría mal aceptar algunos finales; todo va bien.
La tranquilidad de ese sitio me ampara, siendo ésta uno de los caminos para alcanzar la felicidad más claros. Sin sobresaltos no hay grandes éxitos, pero tampoco tragedias. Y aquí dentro, lejos de la lluvia violeta y de las caras de los muertos de la calle, sólo tengo un par de recuerdos y la seguridad de que nada volverá a ocurrir.

A veces me gusta pensar que algún día me iré y empezaré todo de cero; que podré pintarme otra sonrisa y tener otro nombre. Quizá las segundas oportunidades sean inalcanzables, incluso para aquellos que se arrepienten de verdad.

Esto no es una promesa, sino un desafío.