viernes, 25 de mayo de 2012

Mírame



Aviones de papel y metáforas se plantan en mi mente. Las viejas ideas del pasado siguen tan arreladas como siempre; quizá sea cierto eso de que borrarlo todo es imposible.
Pequeños aviones de papel manchado de tinta rojo corazón, en trazos firmes y duros que demuestran que tu ausencia es mi única verdad. Pero eso no importa. No importa. En absoluto. Jamás lo ha hecho.
Largas cadenas de aviones de papel en fila. Empiezo a seguirlos en la oscuridad de mi subconsciente. Por un momento la curiosidad me pica por dentro, me pregunto si lo que hay escrito ahí es mi mayor monstruo. Me pregunto si el camino me conducirá hasta el pequeño infierno dentro de mí. Todos tenemos un lugar así en nuestro interior. Un pequeño impulso a deshacer las figuras para saber qué es lo que marca esa tinta, rojo sangre. 
Sin embargo sigo mi camino, corriendo cada vez más. El centro y principio de todo es la única razón que puedo entender, y está al final de la sinuosa fila de aviones. Naves. Vuelos. Volar. Volar como el humo de tu cigarrillo hacia mi cielo personal, volar como tú lo hacías cuando me bañabas en promesas de sangre. 
A veces me pregunto si no va a ser que, cada instante que pasa es un mundo en si. Bien podrían haber infinitos mundos y que nosotros estuviésemos viajando a través de ellos a velocidad supersónica. La misma velocidad con la que desaparece un instante, una emoción, una idea, para darle lugar al vacío.
Acelero el paso, cada vez más. La pequeña luz que me enseña dónde está el próximo avión con presición milimétrica va haciéndose más ténue. Pierdo fuerzas, pierdo ímpetu. ¿Por qué cada vez que siento tener algo bueno en la vida pierdo interés? ¿Por qué mi mundo gira en torno a pequeñas preguntas sin importancia? La pequeña luz se ha casi apagado y busco el rastro de aviones a tientas. Rozo un trozito de ala y me quema en la piel; el dolor me obliga a dejarlo ir al instante. Aún así em obligo a seguir, pisando los aviones, uno a uno. ¿Estaré llegando hacia mi cielo personal?
Es divertido ver como una vez se consigue algo, se deja de desear. Qué crueldad es ésa la de darnos la idea de felicidad como algo imposible. Qué triste es eso de saber de tu muerte antes de vivirla.
Los aviones me queman en la planta de los pies, con una especie de dolor punzante. Intento acelerar el paso tanto como puedo. Vuelvo a pensar en as palabras que habrá trazadas en ésas figuras, pero eso no importa; no cuando estoy a punto de llegar al centro de mí. La oscuridad es completa y cálida, ¿no será ésa la sensación del vientre de nuestras madres? Como si todo lo demás estuviera exactamente igual aparte del miedo. Su ausencia total y absoluta.
A lo lejos hay una luz, débil. Corro todo lo que puedo, viendo que el rastro de aviones de papel llega justo hacia ella. Me acerco lo suficiente para distinguir que la luz es en si una puerta, pequeña y llana, que parece emanar esa luminosidad, de la nada. El vacío. Poso la mano en el pomo. Voy a morir algún día; tú también lo harás. Creo que eso último es lo que más me asusta. La tragedia de la vida es vivirla sin sentido. 
Pongo la mente en blanco. Abro la puerta. Parece una estancia, en medio de ese laberinto de ojas y oscuridad. En el fondo hay una luz. No eres tú, ni es un fantasma, ni una metáfora. En lo más oscuro de mí hay una pequeña carta deformada, que antaño fue uno de esos miles de aviones que pisé. LLego hasta la carta y fijo la mirada en esos trazos rojo cielo. Por un momento pienso que me he olvidado de leer.
"Mírame. Mírame. Éste es el monstruo de tu interior. Mira qué grande se hace."


*   *   *   *   *

Recuerdo alejarme corriendo. Recuerdo el vacío que a veces siento, la falta de emoción, como un simple bloqueo. Recuerdo soñar con que vuelvo a sentirme viva y llena y feliz. 


Mírame.

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