domingo, 20 de marzo de 2011

Últimos paseos


La luna era anormalmente grande esta semana, lo cual sólo decía que simplemente estaba más cerca. Su superficie, surcada de manchas claras, no llegaba a la belleza de la luz artificial de las farolas, pero así era la humanidad; admirando la natura cuando lo que ellos habían hecho era superior. Jodidamente superior.
Las sombras de la noche no existían, habían muerto al compás de nuestras almas. Todo no eran más que simples seres amorfos sin entidad.
La figura que destacaba en ese mar de entes sin luz era como un foco imposible, o un grito de silencio. Su sexo era difícil de determinar, pero parecía una mujer, aunque dudaba que su cuerpo fuera más humano o real que el de un espíritu. A la luz de las farolas sus dedos adoptaban un aspecto anormalmente largo, y parecían llegarle casi hasta las rodillas. Su piel tenía una aspecto amarillento, como corroído por los gusanos. Toda el aura que emanaba desprendía podredumbre y odio, como si eso fuera lo único que la empujara a seguir con esa especie de caminata extrañamente pausada.
Aún así había algo de frágil en eso, había algo realmente doloroso en sus ojos sin iris ni pupila, colores difuminándose en una lucha eterna contra el remordimiento quizá.
Pero el fantasma -y es que no podía llamarse de otra forma- seguía con su paseo, tan ajena a todos los seres que cruzaban su camino como ellos a ella. Horas de calles, plazas, carreteras iluminadas por las estrellas, jodidamente bien situadas en la comodidad que proporcionaba ser completamente ajeno a mundos como éste.
Empezó a cruzar al puente, suspendido sobre un río que sólo bajaba en días de lluvia y apartado de la ciudad. Lugar perfecto para violaciones, seguro.
En un instante justo, el fantasma empezó a susurrar algo. Notas incomprensibles, extrañamente dulces, aspiraban el aire y ahogaban el ambiente en terror. Daba la sensación de que el cualquier momento una raza extraterrestre superior bajaría para llevarse consigo a la figura, tan perfecta que no podía pertenecer a este mundo.
Pero nada de eso ocurrió.
El fantasma se subió a la barandilla del puente. Caída de veinte metros al vacío sobre el lecho fangoso con la luna de fondo. Esa luna jodidamente brillante.
Encontraron el cuerpo, sin cara ni nombre, a la mañana.
No hay más.

5 comentarios:

Bloody Kisses dijo...

Muy buen escrito! Me encantó.

Kisses!

Shh dijo...

La noche del 19 yo también me bebí la luna.
Un saludo a ti también (:

Anónimo dijo...

Jodidamente bueno, amiga..genial...

A veces los fantasmas que viven en nosotros son mayores que los que nos cruzamos por el camino, más feos, y mas temibles y al final, acaban por hacernos desaparecer..¿o somos nosotros los que decidimos desaparecer?..!y que más da!..

La noche del 19, bajo esa Superluna, fueron muchos los fantasmas que aparecieron, y otros muchos los que decidieron marcharse con ella...

Jodidamente bueno, amiga

Besos

lasmelancoliasdemarcus dijo...

Me gusta.
Relato del estilo gótico, con un suicidio de por medio. Un escrito emocional y gráfico en sus medidas justas.

Que curioso, yo hace alguna tiempo escribí algo relacionado a un suicidio (es un poema) y desde entonces no había leído algo relacionado.


Saludos
Cristofer.

lachicadeloskiwis dijo...

Gracias a todos por comentar! xD
Y bueno, se me ocurrió todo mientras paseaba de noche, aunque en un principio la historia se acabaria con que la figura desaparecía en la nada me pareció algo demasiado abstracto, así que le di este otro final :S