domingo, 12 de junio de 2011

Colisiones


Llevo cierto tiempo sin escribir y las palabras se me resisten, agarrándose a las paredes de mi mente como si quisieran seguir siendo emociones, fórmulas químicas en mi cabeza y nada más.



Llovían estrellas. Era un echo, algo clarísimo en su mundo. La sombra estaba plantada en medio de la calle, desierta de tantas almas que se había tragado ese sitio, con su figura pálida y delgada, casi espectral. Su mirada tintada de verde fluorescente relucía al son de las pequeñas piedras brillantes impactando contra el cemento, causando una pequeña chispa de luz más potente al colisionar.
Siempre había sospechado que algo iba mal con ese mundo; ahora lo sabía.
La sombra se miró los pies, si es que podían llamarse así; se aguantaba con algo parecido a unas garras con forma de pie semihumano, y vio que pequeñas quemaduras enrojecían su piel, de las chispas procedentes de la lluvia.
Y aunque todo resplandeciera el mundo parecía pintado en blanco y negro, completamente monótono. Desprovisto de euforia.
Creía recordar que no siempre había sido así, que hubo un antes en el cual la soledad no podía cortarse como pan en el aire y que parecía que hubiera un futuro.
La lluvia empezó a intensificarse paulatinamente, con proyectiles cada vez mayores que al chocar le provocaban quemaduras cada vez mayores, consumiendo su piel; aún así ella sólo notaba pellizcos, hacía tiempo que el dolor le parecía algo intrascendente, cotidiano. Aunque tampoco entendía el concepto del dolor lo bastante bien como para sentirlo, justo como le pasaba con el amor, la lujuria, el odio..., las emociones eran algo que parecía exclusivo de este mundo, ya apocalíptico, algo completamente desconocido y molesto a partes iguales. Se sentía sola sin saber si quiera qué coño significaba eso.
El ambiente se iba volviendo cada vez más irreal, como si el aire se estuviera disolviendo en la nada y sólo quedara mente y conciencia. Corazón y soledad.
La situación no podría sostenerse mucho más; los proyectiles, cada vez mayores, impactando desintegrando  a la sombra. Levantó la cabeza, tensando la piel amarillenta del cuello hacia arriba, rezando por algo, cualquier cosa con tal de no perecer ahí, en ese mundo abandonado, pero nada ocurrió. Como era de esperar.
Mantuvo la mirada clavada en ese cielo, de un gris tan bello que dolía sólo de verlo. Había algo precioso en lo efímero de todo, y el echo de que la sombra fuera inconsciente de eso también le confería a todo un aspecto más mágico, como si ella formara parte de ese mundo desde su creación, y estuviera obligada a perecer con él.
-Si no nos despertamos con la utopía, moriremos con la realidad.
La sombra empezó a hacerse cada vez más vaporosa, difuminándose y desapareciendo al son del mundo que visitaba. Echó su último aliento y abrió con más fuerza esos ojos inhumanos, con los que podía haberse comido el universo, y se disipó.

1 comentario:

Lunática (R.) dijo...

Esto me gusta, jejeje
un besazo