miércoles, 14 de marzo de 2012

Sombras


El tiempo no existe, se funde con el espacio en el azul cobalto del cielo. De ese cielo que tampoco existe, porque no hay nada que exista sin que se crea en ello, y ya nadie cree en el cielo, como tampoco creen en la humanidad, la mente y el alma.
Aun así hubo un tiempo en el que sí creíamos en que se podían mover montañas con un pestañeo, en la magia o en la salvación de lo insalvable; el amor. Hubo un tiempo y hubo gente que lo sostuvo, porque sin nadie que cuente los segundos que pasan nada tendría sentido.
Somos todo y somos nada. Fuego y agua. Cielo y tierra. Mente o alma.



Sombra A
El cielo es rojo carmín y se refleja en su mirada. Cadáveres de sueños pasados se deshacen como telarañas por doquier, pues a diferencia de la aburrida Tierra, ese lugar sí tiene un material del que se tejen los sueños; es algo frágil y corrompible. Su figura, esbelta, no puede ser otra que la de una sombra; fantasma del remordimiento. Ni siquiera existe, pero eso no es problema para anhelar. No sabe cuánto hace que está ahí; siente el paso de las horas como fuego en el alma, cada vez más fuerte, cada vez más eterno. Hay algo que falla, algo que siempre ha fallado en ese sitio, que no es más que consciencia, que no es más que emoción.
La música empieza a sonar, y ella baila con el aire y hace que se retuerza, vibrando sin esfuerzo.

Sombra B
El cielo es azul cobalto y se refleja en su mirada. El océano a su alrededor es infinito, pero no es agua lo que lo forma, sino palabras. Y es que ahí las palabras tienen material propio, algo fuerte y persistente, inmortal. Su figura, esbelta, no puede ser otra que la de una sombra; fantasma de lo que nunca sucedió. Ni siquiera existe, pero eso no es motivo para no llorar. Y sus lágrimas se funden con el océano de sus pies en algo extraño; la soledad de ese sitio se puede leer en cada molécula de su cuerpo. Hay algo que falla, algo que siempre ha fallado en ese sitio, que no es más que consciencia, que no es más que pensamiento.
La música empieza a sonar viniendo de ninguna parte.

Y esa música, sin sílabas ni melodía, no es más que un simple mensaje. Y ambos son uno sin saberlo. Ambos se funden, se aman, se necesitan más allá de la muerte o cualquier parámetro descriptible. Sin saberlo. Porque la perfecta complementación no viene del negro y el blanco, del odio y el amor. Todo radica en la mente y el alma; tú jodes mis fantasmas, yo exorcizo tus demonios.

2 comentarios:

Lunática (R.) dijo...

Eres un híbrido entre chica poética, chica soñadora y sombra. Me gusta mucho, Niña del exorcista...
Un besazo

Cristina dijo...

Hacia tiempo que no me pasaba por aqui, y vaya como me arrepiento, aunque como siempre es porque no tengo tiempo ni para mi blog (maldita carrera)
Y leyendo todo lo que tenia atrasado, me he dado cuenta de como ha ido a su sutil manera cambiando tu estilo, eso si sin perder su magistral talento. Una vez mas enhorabuena :)