sábado, 21 de mayo de 2011

Compradores


Siempre he tenido alguna especie de obsesión malsana con la muerte. Hay algo completamente mágico o sexual en pensar en un gatito muriendo de inanición o que algún día gusanos anidarán en mis cuencas oculares. Quizá sea yo la que esté algo torcida, quién sabe, pero los medios de comunicación nos la venden en bandejitas de plata y nadie dice nada. Es más, la población entera se hace pajas mentales con una adolescente violada y descuartizada de turno. Y no pasa nada, porque todos hacemos como que lloramos por ella, pero sin que tengamos luego ningún pelo en la lengua para condenar a quién a nosotros nos parezca. Porque todo lo que no se aun subproducto del mundo capitalista es una amenaza, y si alguien se atreve a luchar por sus principios, por muy equivocados que puedan estar -pues no somos nadie para juzgar-, no dudamos en hacer lo correcto para seguir con la feliz deshumanización y crueldad de las empresas que dirigen todo nuestro mundo.
Los ideales son bienes escasos, y los poseedores tachados de locos. ¿Desde cuando se puede morir por el echo de que a una empresa de coches les de pereza mejorar su modelo, pero no por principios? Es lo único que quedará de nosotros cuando ya nadie nos recuerde; las ideas. Pero eso no tenemos derecho a saberlo. ¿Qué pasaría si de golpe todo esto dejara de funcinoar a base de dinero? El verde mueve montañas, bien es sabido por todos los pingüinos violadores de despacho. En el fondo sólo somos putas con distintos precios. Y todo lo demás da igual. No hay solución. No hay punto cero al que podamos volver ni hay escapatoria, y llega un momento en el que da igual.

Sólo somos eso: posibles compradores, aún quitando lo de posibles, somos compradores o no somos nadie. 

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