domingo, 3 de noviembre de 2013

Mañana, 1 de noviembre


Había una vez un niño blanco como la leche. Como una nube; como el infinito.
El niño sin nombre había pasado toda su vida en una jaula de cristal. Ahí vio morir a su madre, tuvo que despedirse de su hermano y conoció a su primer amor. Ahí sospechó por primera vez que debía haber un mundo fuera, que todo debía ser más brillante y azul.
Quería explorar ese mundo con todas sus fuerzas, pero nunca encontraba el momento; nunca se atrevía.


El niño, que toda su vida había vivido entre barrotes de unos y de otros, cogió fuerzas y un día se marchó para siempre.



¿No he dicho nada de sus ojos? Eran de un azul oscuro y perforador, como si la muerte fuera lo más bello del mundo.

Para Ruppert