viernes, 4 de enero de 2013

La cueva





Voy bajo tierra. Peldaño a peldaño; la roca ha ido cogiendo forma de escalera. Voy a la cueva.
El cielo es del azul del mar y me pregunto el porqué de tantos colores siempre. Será que me recuerdan a mi.
La cueva es un lugar secreto, escondida por una especie de sauce o planta trepadora gigante. Allí estás tú, con tu vestido a rayas y tu sonrisa tan pintada y tan natural. Con los ojos tan iluminados siempre.
Me deslizo bajo tierra, con los pies cubiertos de fango y trocitos de hojas marchitas. Me encanta el otoño, así que aquí siempre lo es. En mi estación eterna y mi cueva pintada, ahí me esperas tú.
Sonríes aún más al verme entrar y me das la mano, cálida como el Sol. Lo único que hay en al cueva, a parte de tu silla, son una extrañas y confusas estanterías repletas de libros y un espejo escondido en algún rincón. Tú y yo los hemos leído todos. Tú y yo nos hemos visto en el espejo, hemos concentrado hasta que nos sangraba la vista en él hasta en los peores momentos. Tú y yo somos alma y mente, uña y carne, hambre y muerte. 
Me rozas la mejilla con los labios y de pronto, te apartas y empiezas a coger una postura extraña. Me clavas la mirada y levantas un brazo por encima de la cabeza, doblas als piernas de forma inhumana y el cuello como una poseída. Me clavas tu mirada relajada. En esa postura completamente anormal empieza a salirte pelo de los brazos morenos. Cantidades de pelo exageradas. En unos segundos toda tú estás cubierta de pelo y tus rasgos parecen tener una forma canina. Eres una especie de mutante entre mono asesino y lobo simpático en un vestido a rayas.
- ¿Quién eres?
- Soy hambre. ¿Quién eres tú entonces?