domingo, 15 de enero de 2012

Lluvia





Pedacitos de cielo cae en forma de lluvia dorada, cálida. Te acercas con una sonrisa pálida y miradas de comprensión, de ésas en las que se confía ciegamente porque no hay nada mejor que hacer.
Mis miles de ínfimos miedos se esfuman, evaporándose con esa lluvia divina. El ateo es el primero en creer, de echo; la falta de fe es algo para lo que no estamos preparados, así como la soledad.
Tu presencia, sombra del aburrimiento, trae paz. Te diría que te quiero si no fueras más que otra escapatoria, personificación de mí misma. Te pediría miles de promesas si supiera que valen algo.
La lluvia cesa, poco a poco, y todo ese aire a hogar se desvanece para dejar sitio a los fantasmas de siempre. Y tus contornos se difuminan, dejándome a mí con la duda de si has existido alguna vez, de si estuviste siquiera.
Me pregunto si no será la felicidad la más dura de las sensaciones.

Siento que todo se me escapa, que va mal. Mataría a cualquiera para ahogar el silencio.

jueves, 5 de enero de 2012

Empezar




Las gotas són de un púrpura translúcido e infeccioso que empapa el cristal, dejando ver sólo a medias.
Miras la calle, empapada en extrañas sombras, pasajeros sin alma. Aunque en los tiempos que corren nadie la tenga. No ahora, no en este sitio, no en mi mente. Son sólo reflejos de lo que pudo haber sido y no fue, caras perdidas; la niña canija de la guardería, el médico de las inyecciones de cianuro, tú. Pasan inexpresivos, son sólo cáscaras vacías; metáfora de ti.
Me giro y echo una mirada a la estancia, austera. Todo tiene un aire cálido a hogar. Todo está como lo dejásteis. Sigues plantado en el mismo sitio de siempre, completamente inmóvil. Muerto, quizá; a veces creo que sería lo mejor. No estaría mal aceptar algunos finales; todo va bien.
La tranquilidad de ese sitio me ampara, siendo ésta uno de los caminos para alcanzar la felicidad más claros. Sin sobresaltos no hay grandes éxitos, pero tampoco tragedias. Y aquí dentro, lejos de la lluvia violeta y de las caras de los muertos de la calle, sólo tengo un par de recuerdos y la seguridad de que nada volverá a ocurrir.

A veces me gusta pensar que algún día me iré y empezaré todo de cero; que podré pintarme otra sonrisa y tener otro nombre. Quizá las segundas oportunidades sean inalcanzables, incluso para aquellos que se arrepienten de verdad.

Esto no es una promesa, sino un desafío.