sábado, 30 de abril de 2011

Extremos

Me duele la cabeza.
La confusión nunca había sido tal, huracanes gigantes que joden al conciencia arrasan con todo. S me mira y estalla en risa. Todo tiembla. Jimmy es sólo un fantasma sin corazón; en su lugar el sangrante vacío que soy yo. Pero nada es tan malo como parece, el sol brilla y miles de girasoles lo siguen, cuál hormigas a su reina. Todo reluce, tanto que duele al mirarlo. Y la felicidad estalla, y todo es increiblemente fácil.
Pero de echo nada es tan simple.
Siempre me ha gustado el que la vida escoja por mí. Quita responsabilidad a mis errores. Quizá sólo tenga que olvidarme de todo por una noche. Quizá quiera olvidarme de todo para siempre.
Estoy cansada de pretender que todo vale más que una mierda. Fingir que de echo no me la pela todo, que no quiero volver a esos tiempos en los que era feliz con una canción y un saludo tuyo. Esos tiempos en los que sabía reconocerte, ver quién coño eres. De que puto color eran los destellos de tu mirada, o si los tenía.


La estancia es oscura y pequeña. Por unos momentos me recuerda a ese sueño que tuve, sobre la casita con el campo de girasoles y el principio del fin. Pero no es así. No. Esta vez es peor. Esta vez te reconozco, sentad@ delante de mí. Sé quien eres porque eres todo el mundo. Todos mis amores y odios estan concentrados en esa mezcla de formas, caras, miradas y voces. Estoy llorando. Sí, soy una maldita débil quijica. Y tú ni siquiera te inmutas; me miras con tus pupilas sin vida, porque tus ojos son el mismo tiempo, la conciencia de la eternidad. Entonces cojo el arma. No es nada del otro mundo, la típica automática que se ve en las pelis. La cojo y clavo el cañón en la piel, con todas mis fuerzas.
-Mírame coño.
La voz que brota de la gargante no es mía, demasiado débil, yo nunca susurro. Tus ojos de muñeca rota no dan la más mínima señal de vida. Todo es perfecto y está jodido. Brilla y se pudre. Mi pequeño mundo colapsará. Lo sé.
-¿Sabes? No hay razones.
Otra vez la voz no me pertenece, pero las palabras sí. Es lo único que me queda ahora, letras malgastadas.
Pero ya ha llegado el momento. Ahora o nunca, como suelen decir. Aprieto el gatillo. No hay nada más allá de los remordimientos, inmediatos al notar el temblor de tus labios, aunque quizá no haya sido más que una ilusión. Sí, sé perfectamente que lo ha sido, pero soy incapaz de creérmelo, ni siquiera muriendo en un sueño.



Lo mejor de todo es que ni siquiera existes, maldita sombra anónima. Que te jodan a ti y a todas las de tu estirpe.

miércoles, 27 de abril de 2011

martes, 26 de abril de 2011

Confusiones

Nota: Cómo ser feliz con un kiwi y un montón de sueños quemados.

La felicidad se me escapa, su propio concepto es algo completamente amorfo e inmaterial. La relatividad con otro nombre, puesto que la misma felicidad engloba la tristeza o desesperanza, al ser éstas últimas sólo una manca de la primera.
Lo bueno del corazón es que se regenera continuamente. Nunca nadie lo va a destrozar lo suficiente, y por mucho que en un determinado momento nos juremos que hemos cambiado volvemos a lo de antes. La vida no es más que un cúmulo de círculos viciosos, hasta que llega un punto en el que nos mareamos y decidimos bajar de la atracción.
El optimismo es una virtud que desprecio enormemente. Todo lo que conlleva son desilusiones, y la saturación de éstas lleva a situaciones realmente patéticas en las que nos preguntamos si puede existira algo más que la esperanza por encontrar la misma esperanza. Paradojas de la puta vida.
Los cambios asustan siempre. El miedo a lo desconocido es la razón principal de la quema de brujas y mil y una estupideces más que ha cometido el ser humano. Pero yo no quiero exorcizar demonios. No hay que quemar ni sueños ni brujas, hay que ser feliz. Aún cuando el concepto se nos escape.

La chica de los kiwis.




sábado, 23 de abril de 2011

Explosión



La adrenalina flotaba en el aire, cargada de sabor a tabaco y alcohol.
Tu pecho era un tambor. Sólo existíamos nosotros. La música martilleaba tímpanos y adormecía las neuronas. Debía ser el efecto "cerebros quemados", propio de las cercanías del verano.
Te movías como si la vida te fuera en ello, al fin y al cabo éramos una generación diseñada para esto: machaque físico y emocional sin sentido. Tu mirada era agotamiento y adrenalina pura. Tu mirada con ojeras y visión borrosa intentaba divisar algo en claro. Tu mirada se follaba a mi alma en cada pulsación y la jodía con los cambios de ritmo.
La energía acumulada se palbada en el aire, había cobrado vida como un ser más en aquel sitio y se había multiplicado para dar a luz miles de pequeñas explosiones que nos circumdaban. Pero en algún momento impreciso la conexión con los demás se había borrado del todo. Sólo existía tu mirada y ese martilleo interior que hacía explotar tímpanos y marcaba el ritmo de los polvos.
Sólo existíamos nosotros.

viernes, 22 de abril de 2011

Darkest Despair



La noche vestía de naranja incandescente, justo como tu mirada. Hacía tiempo que no te veía, supongo que te evitaba por masoquismo o por miedo, antónimos en mi mundo.
Nos sentamos cerca de la playa. El mar siempre me había producido una sensación de pánido que esa noche se había materializado en los huesos.
Algo iba mal. Algo iba jodidamente mal y podía leertelo en el alma.
-Hasta aquí hemos llegado.
El viento difuminó tu voz como el rojo carmín se come al azul intentando parir violeta.
Esperé con el corazón en la garganta, sin darme cuenta que hacía rato que te habías ido. No necesitábamos explicaciones, fue la primera y única vez que te vi llorando.
Y sólo fue un sueño.


-Quema tus sueños en gasolina, quítalos de tu mente con lejía si hace falta. A donde vas ya no te servirán de nada.

jueves, 21 de abril de 2011

Conciencia colectiva

-Estuve pensando en algo que me dijiste.
- ¿Sobre qué?
- Sobre la reencarnación y de dónde vienen todas las almas nuevas con el tiempo. Todos dicen siempre que son la reencarnación de Cleopatra o Alejandro Magno, pero probablemente son el alma de algún idiota de mierda, como todos los demás. Quiero decir, es imposible. Piénsalo. La población mundial se ha duplicado en los últimos 40 años, ¿verdad? Así que si realmente crees en esa cuestión de ego de una única alma eterna, entonces tienes sólo el 50% de probabilidad de que tu alma tenga más de 40. Y para que sean más de 150 años, entonces es sólo una de seis.
- Está bien. Entonces, ¿qué estás diciendo? ¿Que la reencarnación no existe, o que somos todos como almas jóvenes de las que la mitad de nosotros somos seres humanos de primera ronda?
- No, no. Lo que estoy tratando de decir es que de alguna manera creo que la reencarnación no es más que una expresión poética de lo que realmente es la memoria colectiva. Había un artículo de este bioquímico que leí no hace mucho, y él estaba hablando acerca de cómo cuando un miembro de nuestra especie nace, tiene mil millones de años de memoria para usar. Y así es como heredamos nuestros instintos.
- Me gusta eso. Es como si hubiera todo esta cosa telepática de la que todos somos parte, seamos conscientes o no de ello. Ello explica por qué hay todos esos, ya sabés, aparentemente espontáneos, en todo el mundo, innovadores saltos en la ciencia y en las artes. Como los mismos resultados saltan por todas partes independientes entre sí. Un tio con un ordenador, se le ocurre algo, y entonces, casi al mismo tiempo a un montón de otras personas de todo el mundo se les ocurre la misma cosa. Hicieron este estudio. Se aisló a un grupo de personas por un tiempo, y se monitorearon sus desempeños en los crucigramas, ¿verdad?, en relación con la población general. Y se les dio sin que supieran un crucigrama del día anterior, uno que ya había sido resuelto por miles de otras personas. Sus calificaciones subieron de manera espectacular, algo así como el 20%. Así que es como si, una vez que las respuestas están ahí fuera, la gente puede recogerlas. Es como si todos estuviéramos compartiendo nuestras experiencias telepáticamente.


Waking life is a dream controlled.

martes, 19 de abril de 2011

Salta



Tus uñas se me clavavan en la piel mientras tu mirada hacía lo mismo con mi alma. El sol se precipitaba sobre el horizonte y la ciudad, tan puta como siempre, se desplegaba a nuestros pies, vibrante y reluciente, como queriendo demostrar cuán poco importábamos nosotros en esos campos de asfalto y bosques de antenas.
-Saltemos.-tu voz resonó segura y fuerte. Sin dudar, porque tú nunca dudabas; era una de las cosas que más me gustaban de ti.
-¿De verdad quieres hacerlo?
-¡Claro! ¿Por qué no? ¿Quién lo dijo? Creo que estaba en la carta de suicidio de Kurt Cobain; "Es mejor quemarse que apagarse lentamente". Prefiero que esto acabe ahora, con los pensamientos borrachos en endorfinas y felicidad que encontrarme que seguimos juntos a los 40, con dos criajos egoístas a los que mantener y que no nos aguantamos más allá de la monotonía y costumbre.
-Así que piensas que estamos condenados.
-"Cariño", tu y yo jamás hemos tenido algo por lo que estar condenados, simplemente porque jamás hemos tenido nada.
-¿Y esperas que salte contigo por nada entonces?
-Sí. Espero que saltes conmigo. ¿Y sabes como estoy tan seguro de que lo harás? Porque esta nada es lo mejor que has tenido en tu vida. Esta noche que está a punto de llegar es lo único por lo que te has seguido levantando cada mañana todo este tiempo, sólo voy a sacarte de tu miseria.
Cierto sabor amargo se fundía en mi mente al unísono de tu sonrisa de grandísimo hijo de puta relucía en tu mirada. La discusión empezaba a ser jodida.
-Pero a ver, si tan poco te importa esto ¿por qué quieres saltar tú?
-Porque yo tampoco tengo nada mejor por lo que seguir despertándome cada mañana. No me digas que la idea no te pone.
-De acuerdo. Como siempre, caigo. Saltemos.
-¿Contamos hasta 3 o...?
-No seas mariconazo. Saltemos y punto. Ya mismo.


No hubo caída ni impacto, quizá porque no salté. Vi tu figura precipitarse al vacío, a los pies de esa ciudad maldita; aún me pregunto por qué no fui capaz.


Uno acaba convirtiéndose en aquello que ve en los ojos de quienes desea, y en los tuyos había demasiada esperanza. Esperanza por encontrar algo de esperanza, malditas paradojas de la vida.

Escribir



Escribir es intuición.
Que me aspen sí sé hacerlo. Pero no creo que nada de esto importe realmente. Los escritores de pacotilla siempre nos correremos pensando en las grandes obras que hemos creado. En lo mucho que ha cambiado el mundo después de cuatro palabras mal articuladas y una idea retrasada. Luego soltamos que las palabras se deslizan, que cobran vida propia en nuestra mente privilegiada o gilipolleces por el estilo. Pero aún así, aquí estoy, infectando un poco más el universo con mis estupideces, consciente de ello. Y sí, seguiré haciéndolo. No hay razones ni destinos claros. Pero seguiré haciéndolo, para recordar futuros mejores.

domingo, 17 de abril de 2011

Y sueñas con no soñar

Todo lo que por escrito pueda sonar a desesperación a la cara sólo es risa estúpida.

Ésta no soy yo. Yo no soy nadie. Hecho de menos fantasmas y vivo a base de recuerdos inventados. A veces extraño esa sensación que todos tenemos de pequeños de que somos imprescindibles para el mundo, de que sin nosotros la Tierra no giraría como debe ni el universo sería un lugar tan extraño e inhóspito como lo es.
La vida no tiene más sentido que el que nosotros mismos le damos, pero quizá me he cansado de luchar por las cosas, de intentar encontrarle una razón válida a cada suspiro. Aunque bueno, estas ideas duran poco.
Siempre estarás tú. Seas quien seas, no importa. Siempre estarás ahí para reirte de una preocupación, para recordarme el agradecimiento de los cobardes, de que todo, siempre, podría ir peor. Y eso me hace seguir, con lo que sea que esto sea. El millón de estupideces que joden una vida no son nada contra el instinto de supervivencia.

Ésta sólo soy yo ocupando otros yos.

sábado, 16 de abril de 2011

Adelante


El mundo no estaba hecho para alguien como ella. Llevaba el pasado tatuado en el alma y tantos amaneceres llorando en la cama le concedían ese aspecto intocable, de que se rompería al instante de acariciarla.
Sabía que ese sitio estaba infectado. Sus gentes, calles, cada piedra de cada edificio y tejado estaba diseñado para el remordimiento. Cada soplo de aire salado entrando en los pulmones era la perfección de la culpabilidad.
Entonces algo cambió. Uno puede resignarse a morir lentamente o jugárselo todo. Compadecerte de tus propias heridas o echarte sal y seguir adelante.
El aire era cálido, asfixiante, y en la carretera podían vislumbrarse oasis que sin duda llevarían a mundos paralelos. Ese martes cogió su maleta roja, la que utilizaba cuando se iba de colonias años atrás, y sólo se fue.


A ellos sólo les importaba de donde viene la gente, pero lo realmente importante es hacia donde va.

viernes, 15 de abril de 2011

Withered


Hay momentos en la vida condenados a la iluminación. Pequeños instantes que se paran, que se vuelven eternos durante unas pocas pulsaciones.
Abres los ojos y las visiones te caen encima ligeras, como plumas deslizándose en sueños.
Era verano, pero todo distaba mucho de parecerse siquiera a la masa de sudor y cerebros quemados propios de las vacaciones. La brisa era suave y te envuelve un aire dulzón. La luz era blanquecina, como si tres pasos por encima de nuestras mentes estuviera la mismísima entrada al cielo; aunque, de echo, eso no importaba mucho. Todo tu alrededor era el maldito cielo. Los girasoles bailaban al compás de la brisa, miles de flores en los campos circumdantes a la casa. Era una construcción más bien pequeña, como la típica de cuento de hadas. Ventanas pequeñas y paredes color carne resplandecían al sol. Cruzaste eufórica el camino que conducía directamente a la puerta principal (y, de echo, la única que había). Todo ese sitio estaba desprovisto de recuerdos, transimitía sensaciones, sí, pero no había pasado alguno encasillado en esas imágenes, olores y texturas. El suelo era duro bajo tus pies descalzos, pero tú eras tan ligera que parecías rozarlo en lugar de correr.
Al llegar a la puerta toda la impaciencia se borró de golpe. Rozaste el pomo metálico. Había algo que no cuadraba en todo eso, pero no lo habías notado hasta entonces. Algo infectado, podrido habitaba esa casa. Tanta perfección en un todo no podía manifestarse sin más. Tenías que apartar la mano de la puerta, el tiempo apremiaba. El pomo empezó a fundirse y engullir tu mano al contacto. No había dolor, todo era simple desesperación.
Hubo un golpe seco y la puerta se abrió. El interior era jodidamente oscuro después de la pura luz exterior. Todo tenía una aire difícil de digerir, como una manzana podrida. La casa no tenía muebles a parte de una mesita y una silla de niño. Las paredes parecían infectadas de alguna sustancia mohosa y corrosiva, pero era la figura que se recortaba contra la poca luz que se filtraba del exterior la que intoxicaba el ambiente.
Era una niña. Tendría unos 12 años. Su pelo, extrañamente canoso, se deslizaba en largas coletas por su espalda. Estaba sentada de forma que su cara sólo podía apreciarse de un ángulo vago, peror entonces se giró de golpe. Su ojo derecho era un hueco infestado de criaturas blanquecinas y gruesas, algo así como gusanos. El izquierdo en cambio era tan claro que parecía emitir una fantasmal luz propia en medio de la oscura estancia.
-Rechazo, rechazo, bienvenida a casa.-la voz era extraña, dulce y melodiosa, pero con un tono de desprecio total.-Rechazo, rechazo, bienvenida a casa.-repitió la primera parte como quieriendo remarcarla.-Soy S, creo que nos veremos bastante a partir de ahora.
Su risa, entre demoníaca y moribunda, inundó todo mi mundo, tan perfecto y frágil.

jueves, 14 de abril de 2011

Introspección

Se pasaba el día mascando asquerosos chicles de Tutti Frutti y mirando con cara de zumbada a medio mundo. Cualquiera diría que estaba mentalmente jodida por toda la mierda que se metía, y acertarían. El verde imposible de su mirada, con pequeñas manchitas negras esparcidas por todo el iris, y esa piel lechosa le conferían un aire de extraterrestre o ángel. Eso aún estaba por decidir.

Imágenes como esa volvían a clavárseme en la cabeza, negándose a irse pero sin llegar a materializarse. La persona adecuada en el momento adecuada. La vida se basaba en eso, simples casualidades. ¿Qué pequeña estupidez podría haber pasado para que todo fuera diferente? Cuántos malditos planetas tuvieron que alinearse para que yo llegara hasta aquí. Para que todos llegáramos hasta donde coño sea que hayamos llegado.

El tiempo me persigue. Me alcanza y ahoga. La vida es una puta cuestión filosófica, porque de eso se trata, de engañarse pensando que vas a encontrar respuestas cuanto más tiempo pierdas comiéndote el coco para darte cuenta de que no hay truco alguno. La vida se vive.
Pero sólo si te sale de los cojones.


Ya contaré la historia de la chica de los kiwis en otro momento.

miércoles, 13 de abril de 2011

Débiles mentales

Hojas en blanco.
¿Me estoy volviendo una de los débiles mentales a los que tanto desprecio? En el fondo lo he sido siempre.
Últimamente todo es más díficil, todo se disfruta menos. Pero eso se acabó.
A la mierda la soledad. A la mierda ser amable y a la mierda las continuas quejas mentales, las semanas metida en cama sin fuerzas para salir. A la mierda con todo.
La debilidad, la comodidad de estar triste es adictiva.
Pero no seremos esclavos. Renacer de las cenizas dispuestos a cagarla una y otra vez, a chupar de la vida de nuestro alrededor es una de las cualidades del ser humano.
La felicidad es una zorra infiel. Y yo fui diseñada para la adrenalina. Fuimos diseñados para la fuerza, para encubrir el dolor de forma artificial y estúpida. Pero qué coño, una vez creemos en ello éste  desaparece. Nada puede con nosotros.



We fucked up bigger and better than any other generation that came before us... ¡We were so beatiful!

miércoles, 6 de abril de 2011

Have each other 'til the sun


-Sabes, creo que voy a matarte. No por nada en especial, sólo me gustaría ser yo quien acabase con tu mierda de vida.
Lanzaste un andemán inquisitivo al aire, esperando mi explicación.
-Y bueno, más que eso... nunca he creído en los celos como una forma de amor, así que en ningún caso sería por eso. Lo que sí creo es que si de verdad esto es real, y de echo aunque no lo sea, poco importa; pero a lo que iba, si de verdad esto merece la pena, tenemos que luchar por ello. Luchar por la eternidad, y la única forma de rozarla es condenarnos. Perder nuestra salvación voluntariamente.
Clavaste tus pupilas, afiladas como el mismo infierno, en mi mente, con aire de expectación. Como si en el fondo de tu ser necesitaras oír eso, aunque jamás adivinaré por qué.
-Supongo que sería algo simple. El sufrimiento es innecesario. Te abriría las venas, es la única forma, lo sé. Tu sangre corriendo perezosa por el parqué, el último latido imperceptible. En el fondo todo sería más mundano de lo que aquí puede llegar a sonar. Piel rasgada, miradas que queman... no habría nada infinito en eso, pero haré que roces la eternidad. Te lo mereces.
Hice una pausa, esperando que mis palabras llegaran a algún sitio remoto, más allá de esas cuatro paredes que aprisonaban la vida.
-Dicen que el fuego purifica, no sé si es verdad, pero aún así te quemaría. Por la metáfora de que somos como pequeñas llamas, nos consumimos, oscilamos, cambiamos, pero nunca en esencia. Y tú eres fuego. Tú me consumes y yo te consumo, nos ahogamos, apagamos, encendemos, bailamos al son de la respiración del universo.
Una imagen mística se adueñó de mi mente. Te vi a ti, sentada en un campo de girasoles, son las corrienets de aire jugando en tus mechones. Te vi a ti con el universo siendo uno mismo, te vi a ti siendo como tenía todo que ser. Perfecta. Te miré y por una vez en la vida pude llegar a verte realmente. Más allá de tu belleza imperfecta, más allá de toda cordura que pudiera quedar intacta entre nosotros.
La imagen se desvaneció tal como había venido, sin sentido alguno. Tu presencia volvió a agujerearme el alma, y precedí en mi delirio.
-Después de incinerarte quizá tire tus restos a la basura. Así de simple. El camión pasa cada martes a las tantas de la noche, así que supongo que lo haría un lunes. Nunca he entendido esa cerimoniosidad con respeto a los restos humanas. Sólo son despojos de lo que hemos perdido. No tienen la más mínima trascendencia. Supongo que aquí acabaría todo. Volvería a casa, limpiaría el parqué. El mundo sería un sitio más frío, la vida resultaría menos rentable. Así que supongo que no tardaría mucho en saltar des del quinto. Total, sería una muerte rápida. Y bueno, en el fondo no creo que vayamos a encontrarnos en algún sitio después de la muerte. También dudo de que tú te despiertes siendo una libélula y yo un caracol baboso, o un pájaro que te devore. Pero tampoco importa. Me gusta pensar que estro tendráun final claro, que no nos apagaremos lentamente, consumíendonos mutuamente. Quiero pensar que lo poco que se vivió fue eterno.



Murmuras algo que no llego a enteder del todo; dudo si quiera que sea algo inteligible. En lo que a mí respecta ambos somos de Marte.
Te me acercas con todo un mundo en la mirada y el universo en los suspiros.
-Esto es urgente.


La eternidad se nos acaba..


martes, 5 de abril de 2011

La vida que jamás tuvimos

Pasábamos las tardes desperdiciando los granitos de arena que se deslizaban por el interior del reloj. Contábamos pilas, de ellos y de las gotitas de lluvia que se deslizaban cristal abajo por la ventana, haciendo carreras a ninguna parte.
Ibas en pijama y yo en chándal, sin peinar, era innecesario para follar en la encimera.
La rutina se adueñaba de nuestars vidas, pero no había nada monótono en ello. Simplemente, era como tenía que ser.
Una vez te corrías tirando el salero por el suelo bajabas, me mirabas y sonreías, prometiendo que desde aquel momento lo haríamos como la gente normal; que desde entonces iríamos al cine a ver chorradas pseudorománticas, nos vestiríamos como gente decente y haríamso el amor en la cama. No más follar en la encimera; por unos instantes dejabas que esa fantasía inmunda pesara sobre nuestras mentes. Acto seguido me saltabas encima y coreabas a voz en grito alguna canción que sonara de Ac/Dc, me hacías ir hacia cualquer rincón de esa casa que se caía a pedazos y me follabas como si no hubiera mañana. Hablando claro y sin entrar en detalles.
Algunos días, que no todos, te ibas a comprar provisiones. En algún momento teníamso que salir de casa y comprobar que el mundon de fuera seguía donde lo habíamos dejado, decías, pero a mí poco me importaba si la onda expansiva de una explosión de dimensiones monumentales hacía volar nuestros sesos y lo mandaba todo a cagar. Total, morir juntos no sonaba tan mal. Morir juntos mientras tu piel estremecía la mía y te bebías mi mirada a base de embestidas sonaba a paraíso. Morir contemplando el lunar de tu mejilla izquierda agitarse con tu aspiración debía ser el jodido paraíso, o lo más cerca que un mortal podía estar de él.
Cada día despertaba con eso en mente.


Pero en un determinado punto algo cambió. Algo dentro de mi pequeño y perfecto universo se jodió.
Un día te fuiste a por más café (de ese tan amargo, sigo sin entender a día de hoy cómo podías beberte esa mierda). Total, que ésa fue la última vez que te vi.
Sólo recuerdo despertarme y ver un techo blanco sobre mi cabeza. El fluorescente iluminaba la estancia, que parecías más que nada minimalista. Cama con sábanas de algodón debajo de mi cuerpo y un hombre de unos cincuenta que me miraba fijamente. El hombre me sonrió, como intentando tranquilizarme. Tenía una libreta al lado, y vestía bata blanca. Sus gafas eran desmesuradamente gruesas. Entonces advertí el lunar, debajo del ojo izquierdo.
-Veo que la medicación le hace efecto.

lunes, 4 de abril de 2011

La pequeña S


Chispas de luz flourescente se clavaban y perforaban la mirada. Las pupilas de neón de esta ciudad agujereaban el cerebro y se adueñaban del alma.
El cielo era claro como un suspiro.
Su sonrisa, fácil como la vida misma.

La pequeña S no podía ser de este mundo. Su felicidad, palpable en su presencia se hacía espesa, díficil de ignorar. Contagiosa.
La pequeña S no podía ser más que una niña demonio. Iba por el mundo con su caja de galletas y los labios pintarrajeados de azul eléctrico. Clavando sus ojillos, de un blanco casi doloroso, en todo lo que le parecía extraño, y eso era casi cualquier chorrada.
La pequeña S estaba sola. No sabía bien si era consecuencia de alguna tragedia casual o simplemente no pertenecía a este planeta. Aunque me decantaba por eso último; hubiera puesto la mano al fuega a que esa fuerza interior no podía ser posible. Al menso no en este mundo condenado al exterminio.
La niña de los labios azules viajaba por calles crueles con una bestia extraña a la que se empeñaba en llamar Ninlil. La criatura era una especie de gato salido del inframundo, con su pelaje de plata ley y ronroneos profundos. No parecía comer ni beber nada, sólo estaba pegada a los pies de la pequeña S, mendingando por el cariño de la niña. Daban vueltas por esa maldita ciudad, sin rumbo fijo ni camino marcado. La vida era fácil así, sin metas. Sólo paseos a medianoche.

El mundo era un lugar extraño e indiferente en esa época. Justo como hoy en día.
Nadie iba a preocuparse por salvar el trasero de los demás, absolutamente nadie; pero había algo en la mirada de la pequeña S que decía que ella sería la excepción de esa regla, que el mundo podía confiar en ella.

Es bueno comprovar que el mundo sigue con sus reglas más fundamentales. Que por muy avanzados que nos creamos todo sigue funcionando a la vieja usanza. Todo está condenado de antemano.

En la mirada incompleta de S ya no se encuentran respuestas, ni mucho menos salvación. Un día, Ninlil desapareció, la fuerza que corroía la tristeza circumdante a S se ahogó completamente. La conciencia se sumía en el vacío y el mundo adoptaba tonos grises desprovistos de esperanza. La pequeña S murió esa tarde de primavera, sin saber bien ni cómo ni por qué.
Todo en lo que habíamos creído murió.

*  *  *  *  *
Odiaba abril. Uno de los meses más nefastos. La luz, jodidamente molesta, me despertó para darme cuenta de que ya era media tarde. Tampoco es que importaran mucho nimiedades como los horarios, llegados a esos puntos de desorganización diaria.
Y aunque el sol pareciera querer perforar la persiana y quemar la piel había algo oscuro colgando en el ambiente.
Entonces la vi.
S estaba en una silla que jamás había visto cerca a mi cama -o al sofá, o donde coño hubiera dormido, en ese momento me veía incapaz de distinguirlo-.
Me prestó una sonrisa cargada en pequeñas dosis de odio.
-¿Qué tal has dormido?
-De puta madre, ¿no se me nota?
Levantó las cejas con aire inquisitivo. Como si se estuviera preguntando si fingir una risilla estúpida o dejarlo pasar. Le devolví la mirada, pero con un gesto hacia su ojo de supernova. S sabía perfectamente lo que yo quería averiguar y borró su expresión, hasta entonces relajada.

El silencio se apoderó de mi consciencia.


Todo por lo que habíamos luchado murió.