lunes, 28 de febrero de 2011

Esperanza




No esperaba ser nadie. No esperaba que la quisieran, ni que toda su vacía existencia cobrase sentido. Ni siquiera esperaba que la escucharan. No es que hubiera algo inherentemente malvado en el mundo o que los demás no fueran más que una sarta de tarados obsesionados con sus vidas llenas de autoengaño servido con café descafeinado, simplemente no esperaba encontrar su sitio.
Quizá por eso cuando lo encontró no supo qué hacer.
Quizá por eso la encontraron desangrada en esa bañera, con la mirada envenenada en felicidad.

Monólogos de Fred

-¿Te has sentido alguna vez... como si toda tu vida fuera un montaje? Me refiero a cuando nada es realmente real, o verdadero.
Era un hombre bajito, de mediana edad. Tenía una cabeza descomunal pero la cabellera rala. Sus ojos estaban abombados hacia fuera, como si a cualquier momento fueran a saltársele de las córneas.
Volvió a retomar el monólogo moviéndose enérgicamente.
-Ya sabes, nada tiene valor real. Media vida trabajando para los hijoputas que se limpian el culo con mis esfuerzos. Por cierto, me llamo Ferd, encantao. Lo que te decía. No merece la pena currarse la vida. Yo hubiera sido más feliz emborrachándome en lo del Manolo, pero no, tenía que llevar dinero a casa para que la perra de mi mujer se follara al mismo Manolo en el sofá. ¡En el el puto sofá por el que me pasé un mes revisando peticiones para los de arriba! -La cabeza de Fred se había estado abultando sospechosamente durante todo el monólogo, pero lo había atrubuido a mi imaginación. Llegados a ese punto tenía la piel agrietada de tanto estirarse hacia fuera, y los ojos se mantenían en su sitio por milagro.- Y cuando llegaba yo a la muy zorra le dolía la cabeza, ¡ya le enseñé yo qué era el dolor! Gritaba como una cerda cuando la ensarté con el cuchillo de cocina. Pero ¿ves a lo que me refería? ¡Ahora soy feliz! No tengo dinero, no puedo volver y están todos muertos, pero ¡soy feliz! Así que haz el favor y deja de intentar hacer algo con tu vida, ¡no merece la pena!
Su piel se volvió blanquecina, y su cabeza ya completamente deforme explotó. Literalmente, los ojos le salieron disparados, algún que otro diente hizo de metralla. Lo único que quedó del pobre y patético Fred fueron los restos de un cráneo amorfo y esa voz desgastada por demasiado tabaco resonándome en la cabeza.

domingo, 27 de febrero de 2011

Born in dirt



S estaba caminando dando vueltas por la sala. Cada vez que pasaba delante del televisor su silueta se desvanecía ligermente, dejando entreveer la pantalla.
Se paró y echó un vistazo. Estaban dando las noticias, pero en ese momento no adiviné sobre qué hablaban exactamente. Algún mitin político quizá.
S dejó escapar una sonora carcajada de burla.
-Cada uno con sus propias esperanzas.- puntualicé.
-La esperanza nos encarcela. Únicamente cuando la perdemos somos libres para actuar. Frase de Fight Club, ¿recuerdas?
-Pero es lo último que queda, cuando no hay nada siempre estará ahí al esperanza y el autoengaño.
-Eso es de débiles mentales.- en su voz resonó el desprecio que tanto acostumbraba a manifestar por mi persona. Me clavó un ojo, blanco como una supernova en explosión, y supe que era capaz de adivinar todo lo que pensaba.-Y no me digas que tú lo eres, no es así. Tú eres la otra parte de la moneda, te autoengañas, lo que es mucho peor.
-Oh, vamos, ¡eres irascible! ¿Es que no puedes ni dejar en paz al mundo y que cada cual adore al dios que le salga de los cojones, o que crean que disminuyendo el paro serán más felices, o que el nuevo coche con todo incluído a 1.450 euros llenará sus vidas?
-No te hagas la tolerante. Piensas lo mismo que yo. Todos merecen morir, incluídas nosotras.
-¿Y qué quieres que haga?
-Creo que es bastante evidente.
-Oh, sí, claro S, como no. Voy a salir a la calle, cargarme a todo el que se me cruce, salir en las noticias como la segunda Columbine y suicidarme, ¿no? Ese es el tipo de final que te mola.
Su risa, de niña poseída, resonó en mi cabeza, y los escalofríos subieron por la espina dorsal.
-No tienes cojones de hacer eso. Tranquila, ni siquiera yo espero tanto de ti. Me basta con que acabes con nosotras.
-¿Quieres morir?
-Quiero que alguien muera. Quiero caos, destrucción, quiero que tú te calles de una puta vez y poder empapelar con sesos la pared. Y tú quieres lo mismo que yo. No te atrevas a negarlo.
-He cambiado.
-¿En serio?-hizo una mueca, era como una niña orgullosa de haberme pillado siendo más estúpida y ahora se jactara en su victoria.
-Diga lo que diga jamás vas a creerme.
-Será porque te veo mejor de lo que tú llegarás a verte jamás.
Me rendí por unos momentos. La situación era imposible.
-A lo mejor tengas razón.


*  *  *  *  *


Yo también creo que el amor salvará la humanidad. El amor hacia una catástrofe nuclear masiva.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Agujeros Negros




Ruidos distorsionados. Náuseas.
Agujeros negros.
Mi puta conciencia debe estar al lado de un agujero negro, porque hace días que todas las ideas desaparecen como por arte de magia. Hace días que no consigo centrar mi mente en nada realmente inútil (y los únicos quehaceres en los que merece la pena centrarse lo son).
Así que, y sin más dilaciones ni cavilaciones, voy a dejar este pequeño sitio del universo en temporal abandono.
Conceptos como tiempo o razones de por qué se llega a esto son demasiado abstractos para mi pequeña y estúpida conciencia, así que no preguntéis (si es que alguien tenía la vaga intención de hacero por desinterés y aburrimiento).


Un placer, y ¡vigilad con los demonios bebé comedores de ojos de mapache!

 

viernes, 18 de febrero de 2011

Nacidos para soñar


Era esa clase de tia que no entiende cómo para los demás parece tan fácil la vida. De esas tías que parecen ser estúpidas porque de otra forma no sabría qué parecer. Osea, que son estúpidas. Era de esas que miran el mundo y le entran arcadas, pero se emocionan con una puta nube y sienten que a veces hay demasiada belleza en el mundo como para poder soportarla. Tanta belleza que quema en la piel, que dan ganas de llorar de felicidad, de lanzarse por un precipicio sólo porque es inaguantable. Era de esa clase de persona que piensa que la felicidad está en los detalles. Que no hay nada mejor que la canción adecuada en el momento justo. El recuerdo aún por venir de un mundo mejor, de algún paraíso personal inexistente que va a hacer que todo cobre sentido.  Era de ese tipo de persona que se siente bien consigo misma siendo la personificación de la nostalgia, aunque aún no tenga bastantes recuerdos con los que engañarse.

Era de esas personas que creen ver la cruda realidad, pero en sus ojos sólo aprecias esperanza.

lunes, 14 de febrero de 2011

La Ciudad de los Malditos


Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.





El Juego del Ángel,
de Carlos Ruiz Zafón.

domingo, 13 de febrero de 2011

Belleza



-El mundo es precioso. No lo vemos, pero es precioso.
-Eso es discutible.-me reí ante tal afirmación, pero su mirada me cortó completamente.
-¿Es que no puedes verlo? ¿No lo sientes?
-¿El qué J? ¿El odio? ¿El asco que nos tenemos unos a otros, la hipocresía?
-Bah, deja de mirarte el ombligo. Males menores. ¡El mundo es precioso y no lo ves porque estás demasiado ocupada con tus pequeñas gilipolleces!
Esas acusaciones deberían haberme puesto a la defensiva.
-El mundo no es precioso, J. Ni siquiera llega a la categoría de bonito o aceptable. La mayoría nos mataríamos entre nosotros por una mansión con piscina. Hay muerte, y falsedad, el amor es algo egoísta y la amistad hipócrita.
-Y tú una imbécil. ¿sabes qué falla en tus argumentos?
-¿Qué?
-Que sólo te fijas en la humanidad. El mundo es demasiado bello como para que los ojos de un humano lo comprendan. Hay muerte, sí, pero éso implica que también hay vida. Y ésta es corta, fugaz. Apasionante. Es algo que jamás entenderás si no sales de tu cáscara de una maldita vez. Hay hipocresía y maldad, sí, pero es que si no las hubiera ¿cómo distinguirías la bondad? Todos nacemos con luz dentro, con paz, pero nos empeñamos en ofuscarnos con nimiedades. Así que deja de encarcelarte. Somos nuestro peor enemigo, nosotros mismos nos quitamos la felicidad que tan inalcanzable vemos pero que en el fondo está con nosotros desde siempre.

lunes, 7 de febrero de 2011

Supernovas



S tenía la capacidad de parecer diferente cada día que su pupila blanca se clavaba en el mundo y lo observaba con absoluto desprecio.
Hoy su figura parecía más delicada de lo normal. Su traje blanco era ahora un vestido del mismo color, suave, que caía dejando entreveer cierta feminidad. Caminó a paso lento hacía una especie de tocadiscos a la derecha del sofá de piel. Me pidió que le acercara un vinilo de la gigantesca estantería que estaba encima suya.
Me moví patosa, sin saber bien qué hacía. Su mirada de supernova intimidaba. Cogió el vinilo con sus manos, esas manos tan blancas y delgadas que o bien podrían haber sido de un cadáver de pianista o las de un ángel. El ambiente empezó a retumbar con Born To Be Wild a un volumen inhumano. Pegué un bote en el sofá (el que tantas veces había soñado que se hacía con piel humana) y ella sonrió. Bueno, pude decir que era lo más cercano a una sonrisa que podía verse en S. Su ojo brilló con menor intensidad, como si por unos momentos su ánimo se ablandara.
Creo que adivinó lo que pensaba, ya que en instantes adoptó el mismo semblante imperturbable de siempre.
-Así que dime, ¿qué haces aquí?
-Me apetecía verte.-mentí descaradamente, rezando para que el tema no la picara lo bastante como para insistir.
-¿Cuánto hace que nos conocemos?
-No sé, ¿media vida?
-Exacto, ¿aún crees que puedes engañarme así?
-Nunca lo he creído, S. Sólo te echaba de menos.
-Ya, y Hannibal Lecter sólo estaba hambriento.
-Bueno, quería... pedirte un favor. Si no te importa.-me rendí, rezando para que hoy estuviera de buen humor.
-Escúpelo y desaparece.
-Vuelve.
Se quedó completamente inmóvil por un timepo indefinido. Hubiera llegado a pensar que algo le había pasado si no fuera porque aún agarraba con firmeza la taza de cacao en la mano, la misma que había dejado ciertas manchas en su vestido.
-Me echaste tú misma. Me dijiste que no quierías volver a verme jamás. ¿Y ahora que me necesitas me pides que vuelva? ¡Que te jodan, maldita imbécil! Desagradecida, puta de mierda, no hay palabras para lo que tú me hiciste. Y ahora me pides que vuelva.
Su tono era de echo el único sitio donde su furia resonaba. Su cuerpo permanecía totalmente inmóvil, y su media mirada me decía que la idea de echo no le parecía del todo mala. Volver. Al fin y al cabo llevaba tiempo deseándolo. Su existencia era la de un virus, chupando la energía ajena. Carcomiendo la mente, degenerando las vidas de quienes la rodeaban. La divertía ver infelicidad, y sabía bien que conmigo conseguiría eso. Y yo la necesitaba, como el árbol que se ha acostumbrado que los gusanos lo pudran, prefería la locura que S daba a la soledad.
-Por favor. Después de esto sabes que no volveré a dejarte jamás. No puedo permitírmelo. Eres la única en quien puedo confiar. Es tu mejor garantía, somos incapaces de vivir sin la otra. Codependencia. Es lo que llevas esperando desde que apareciste en mi vida.-le dije exactamente lo que sabía que quería oír.
Se acercó a mi. En ese instante su mera presencia me produjo arcadas, su persona siempre me había dejado con una sensación entre la náusea y el deseo, pero en ese momento se me hacía más notorio que nunca.
Ligera, su mano, fría como el hielo, acarició mi cuello. Clavó su media mirada en la mía y bajó lentamente sus labios fríos. Cada vez que hacía eso era nuevo para mí, aunque lo hubiera vivido ya infinidad de veces. Su lengua, suave, palpaba mis dientes, mis encías, y se hacía cabida en mi boca. Sabía a cacao y a frío. Siempre lo hacía. Cuando acabó de jugar conmigo y yo ya estaba aturdida se separó, riéndose con la mirada. Había cerrado el trato.
S volvía a casa conmigo.

*  *  *  *  *

Por un momento oí truenos y salté de la cama. Me levanté y caminé por esa maldita casa, la que me conocía de memoria por la soledad que me había encerrado en esas paredes.
Me quedé petrificada al recordarlo todo. Escalofríos recorrieron la espina dorsal, y casi hubiera jurado que el miedo se había vuelto tangible y agarrado a mi cerebro como si de una lapa se tratase.
¿Qué demonios había hecho?


Nacidos para morir

S. Odiaba el mundo que la rodeaba con tanta fuerza que nadie adivinaría que estaba muerta por dentro.
Tenía la figura escuálida, algo huesuda, pero se movía con gracia al mismo tiempo. Su sonrisa era imposible y siempre tenía el ojo derecho cerrado; con el otro clavaba una mirada de supernova, donde los colores se ahogaban entre sí, difuminándolos por encima una luz blanquecina en el sitio donde debería estar su pupila. Aún así nunca miraba a nada a la cara.
Sus manos eran incríblemente hermosas, con dedos de pianista y uñas perfectas, pero esa visión casi angelical se veía contradecida por sus maneras. Vestía un traje blanco gastado, algo con corte demasiado masculino que le daba cierto aire elegante y a la vez asexual.
Su voz eran escalofríos bajando por la espina dorsal asegurados, tenía un timbre femenino y algo afónico, incluso tirando a dulce, pero esto siempre chocaba con la dureza de sus ideas.
S. S tenía una visión muy clara de la vida. Todo el mundo debía haber nacido para algo. Y si no era así, más nos valía morir a todos cuanto antes y salir de nuestra miseria. El amor era un engaño, la confianza una pérdida de tiempo, y la amistad algo podrido desde el principio.
S. S quería vivir, pero no sabía cómo.
S repudiaba todo lo que no podía tener para sí misma. S hubiera matado a su propia madre si eso le hubiera dado cierta paz. Pero sabía que jamás escaparía de ella misma.
Aún así S siempre tenía un plan.

domingo, 6 de febrero de 2011

Si no te tienes a ti mismo, no tienes nada

Deja de perder el tiempo. Deja de intentar llenar tu vacío emocional con relaciones superficiales. Deja de comprarte ropa cara para sustituir el hueco que ha dejado tu alma. Deja de hacerte el simpático para esconder que en el fondo tu bondad, la que te fue concedida hace tanto tiempo por naturaleza, está podrida. Deja de acumular conocimientos banales ocultando así tu falta de inteligencia real. Deja de fingir que te gusta ser quien eres sólo por envidia ajena. Deja de obsesionarte con tu autoperfeccionismo y mira a la cara a la autodestrucción. Deja de limitarte a que otros escojan cómo vas a vivir tu vida. Deja de perder tu tiempo.

viernes, 4 de febrero de 2011

Experiencia



-No deberías escribir sobre algo que desconoces tanto.
-¿A qué te refieres?
-Al amor. Es terreno peligroso intentar acertar algo que apenas has rozado.- me clavó esa mirada que decía que por mucho que sus rasgos fueran los de un niño sus ideas daban mil vueltas a las mías.
-No me digas. Entonces dime J, ¿sobre qué carajo debería escribir?
-No deberías escribir.
-¿Por?
-Porqué aún no has vivido nada.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Paraíso artificial



Habían pasado ya días. Quizá sólo fueran horas, quizá semanas. Nunca lo sabría. No importaba.
Caminaba sin rumbo por esa maldita casa, como si las huellas que dejaba tras de sí no significaran nada. Hacía quién sabe cuánto tiempo que no comía nada. No hablaba. Debería salir al exterior. Huir quizá. Tarde o temprano lo sabrían todo. Y entonces todo habría acabado. Pero desde que las voces se habían acallado la paz era tal que nada parecía ser capaz d destruirla.
La ira y la confusión habían desaparecido, y el ambiente había cogido un deje melancólico. Podía oír música, suave y de alguna canción conocida quizá, pero si le hubieran preguntado en ese instante no habría sabido decir de dónde provenía, o si era real. No habría sabido articular palabra, de echo. Pero no importaba.
Se sentía vacía. Sus pies parecían acariciar el suelo al caminar, como si la gravedad hubiera perdido fuerza. Pero no importaba.
Oía viento en el exterior, como si el universo mismo supiera qué había hecho y se dignara a parecer descontento. Pero no importaba.

Sólo importaba una cosa en ese momento. Y era tu cadáver ensangrentado en la bañera.